Decirle
al deseo que la paz sería su mayor gloria.
Callándole
las palabras, atinando un puntapié grosero.
¡Tapándole
su nariz evitando que respire…!
Y
mirando con ojos de plástico…
trayendo
este mensaje falso.
Y
vas por allí sufriendo tus propias puñaladas.
Relamiendo
de entre tus dientes el dolor ajeno
Y
nos preguntamos quien somos…aquí
parados
sobre la alfombra carmesí,
que
teñimos con tu sangre.
Arrodillados
succionando tus venas,
¡Así
continuamos…!
Y
yo gritar puedo gritar pero la voz se extingue
Cuando
el corazón se aprieta,
consumido
por las llamas en la visión de la avaricia,
que
la multitud reniega pero aun aclama.
Miseria,
solo quiero una tregua.
Miseria,
sigue siendo
la
enfermedad del alma.
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