He de ser una ráfaga de viento azotando tus ventanas,
Me llevo tus flores, tus semillas recién cosechadas,
Hielo la brisa que adormecía tus pestañas.
He de ser una grieta en tus paredes,
Que filtra humedad a donde duermes,
Que arruina el color de tus pinceles,
La que tratas de ocultar y siempre vuelve.
Han de ser lágrimas entre las sábanas
Brillan en la oscuridad, fracasadas.
Mojan la lealtad de tus palabras,
Las hacen derribar, embaucadas.
He de ser el zumo que debía saber fresco,
El cálido bienestar, que ahora resulta enfermo.
El suave latir, de un corazón muerto,
Un esperanzador rezo, de este predicador ateo.