viernes, 12 de noviembre de 2010

Tour por mi vida.


Un paseo por el tiempo transcurrido
olor a sal y frutas frescas, altibajos del destino.
Camino de dulces y aroma campestre
voces tiernas entre juegos del olvido.
Crecí en un mundo lleno de vida, donde podía entender lo que las plantas decían y donde los animales me contaban cuanto me querían. Simples jardines podían ser selvas salvajes donde exploraban mis muñecas, charcos de agua eran lagos prohibidos donde mis pies chapoteaban rebeldemente.
Nada era simplemente una palabra, las palabras siempre contenían enigmas que podían guiarme hacia guarida de duendes o pistas para un tesoro escondido. Las paredes siempre parecían puertas y todo era materia prima para crear cosas fantásticas.
Luego llegó la escuela, aterrador monstruo de fauces abiertas esperando para digerirme entera. De a poco las paredes empezaron a doler cuando intenté pasarlas, había voces excluyéndome, mirando un aspecto de mí en que nunca había siquiera reparado: el físico, la apariencia, razones por las cuales fui colgada de un hilo donde algunos estúpidos se practicaban tiro al blanco con sus palabras hirientes y rostros ladeados. Me hice de dos amigas, Agustina y la soledad. Agustina era mi fiel diablilla, siempre dispuesta a las travesuras. Compartíamos sueños maravillosos y montábamos espectaculos donde eramos las estrellas. Noble, sincera, ella era Agustina. Hace un tiempo retomé algún contacto con ella, sigue teniendo cualidades que la hacen especial, humana y sensible.
Mi segunda amiga era la soledad. Me montaba un sueño enorme donde la pequeña Eugenia podía ser alguien, en este mundo sí podía tener la mochila más linda, el calzado de moda o la nueva Barbie que hacía gimnasia. Esta amiga continúa su fiel compañía, pero ahora no soñamos, deseamos poco más que la felicidad.
De pronto la escuela había terminado y salí con vida. El monstruo no había terminado de digerirme aunque sí me masticó un buen rato, dejando sus mordidas como estampas en el corazón, llantos oprimidos al no pertenecer, deseos truncos y comentarios hirientes. Todavía paso por el portón de la escuela y la miro desafiante, como una presa que se escapó entre las garras, guardo rencor y ninguna añoranza, el edificio no es culpable de nada lo sé, pero guarda algunos de mis fantasmas.
Llegó la secundaria, U.T.U., un lugar donde podía reinventarme, tal vez hacer las paces con mi propio orgullo y salir adelante, borrón y cuenta nueva, hoja en blanco. Y así escribí mi historia, el capítulo de la adolescencia. Tormentoso pero feliz. Seguía siendo un ente que no podía pertenecer a nada, en eso ya no tenía dudas, pero descubrí felizmente que no era la única que poseía esas dificultades sociales. De pronto encontré el mundo de la música que me forjó, para bien o para mal, lo que soy ahora, ser simplemente lo que soy. Esa edad, es característica por tormentos y confusiones, yo no fui la excepción pero por suerte conseguí hacerme un espacio en la escritura y canalicé mis penurias escritos en versos. A esa altura nadie sabía que sin querer, me había convertido en una mala poeta, es más, aun conservo toneladas de papel donde experimenté la pintura, el dibujo y la poesía. Paupérrimos intentos de arte que jamás logré, pero que calmaban las ansias del alma a la perfección.
Perdí amigos, distancié relaciones porque ya no pertenecíamos a un mismo mundo, las realidades van cambiando y creo que eso está destinado a ser, no se puede crecer correctamente en un mismo ambiente, mucho menos cuando ese ambiente te atrapa a ser algo que ya no tienes contigo.
Conocí nuevas personas, rostros fugaces que cambiaban constantemente, amores ficticios y apasionados que duraron lo que una patada de chancho. Consumí el alcohol hasta el hartazgo, consumí drogas como si no hubiera un mañana, incluso la porquería del tabaco había adquirido a mi repertorio de excesos. Experimentar con sustancias no me llenó el espíritu, pero me enseñó muchas cosas, supe de caer y ver las manos que me levantaron, supe de los que se alejan para no ser mal vistos, supe de la fuerza que tengo en mí misma, supe de dar el brazo a torcer, supe que hay un límite donde hay que parar para no terminar con una placa de concreto como cabecera. Supe de crecer espiritualmente y de adquirir cosas en diversión, nunca para depender de ello como si fuéramos los putos conejos de Energizer.
Desde ahi mi vida llegó a un balance más o menos normal, lágrimas los sábados por la noche, falsos te quiero y amistades de oro. Intenté bailar alguna salsa con mis amigas en un algún baile pero sin nada que hacer volví a mis pelos revueltos cantando "Teen Spirit". Lloré pero luché mucho más aun para ser feliz, por lo menos sabía lo que tenía en mente, logré captar por allí un secreto y lo guardé en mi bolsillo derecho. Jugué de delantera y tuve tanto éxito que por fin me tuve fe, conseguí sonreír con sinceridad y tener miedo de morir por primera vez.
Mi familia se convirtió en talismán perfecto para ahogar mi vacío. Las tardecitas de verano con el mate pronto y transpirando de calor me hicieron calmar un poco las bestias. La abuela Coca que más que loca se convirtió en una imagen que mis ojos extrañaban, la añoranza de personas tan entrañables como Clemencia y Tota que ayudaron a mi niñez, ayudaron a darle tonos pastel y aroma a tomillo.
Y mi hijo, Danielito, al que llamábamos Michín, mi primogénito. Una bestia salvaje que se fundía en besos ásperos en mi nariz. Animalito salvaje al que salí incontables noches a separar de peleas atroces. Danielito que nunca apareció cuando lo llamé aquella mañana, esa mañana que me partió el corazón para siempre. Michín, que el cielo te mime como yo deseo.
Michín fue el hijo, pero también tuve un hermano, King, que jugó tardes enteras conmigo mientras mis padres dormían la siesta. King, que festejó años de su vida con una torta casera hecha por mí, en desastrosos intentos de cocina teniendo no más de 10 años. Nadie sabe que le compuse una canción con los únicos tres acordes que sabía en la guitarra, esa tarde que murió la toqué dos ves y luego la olvidé para siempre. King, hijo de Koqui y Acho, fieles hasta la muerte, bellos y dorados como el sol. Que el cielo también sepa guardarles la cucha más hermosa para los tres.
Nirvana y Chaka fueron perros de corta presencia en casa, lamentablemente no los disfruté como quise, ni me perdono no haber pasado más tiempo jugando y corriendo con ellos. Supongo que esas fueron algunas de las cosas que me quitó la época rebelde allá por el año 2000. Sus muertes fueron espantosas y no tengo ganas de ahondar en eso. Eran fieles y tiernos, que el cielo los guarde también y les diga que tengo un gran beso guardado para cada uno.
Luego de mi gatito sufrí demasiado, tanto que una compañera de trabajo me hizo un regalo, bah, qué regalo...EL regalo más hermoso que he tenido en mi vida: Molly. Era tan chiquita que cabía enteramente en mi mano. Habían tenido que sacarla del lado de su madre porque esta se había puesto violenta, así llegó Molly a casa, con muchísimo menos de tres meses, hecha una bolita de pelos. La colocamos sobre una cobija extendida sobre el suelo y no hacía más que gritar. Una vez que se tranquilizó hizo la cosa más tierna que vi, mientras yo le hablaba se volvió a mirarme y empezó a mover una colita de dos centímetros. Fue demasiado, la amé desde el primer segundo.
Molly fue tremenda, solo unos días después se robaba el gatillo del Cif y lo metía en una caja que habíamos convertido en su cucha. Era inquietísima y bella a más no poder.
A un año de festejar el cumpleaños de Molly, fui a comprar algo que no recuerdo al shopping. En el estacionamiento había un perrito abandonado. Era flaco, negro y con ojitos tristes, la imagen que por lo menos a mí, me representaba la canción "Callejero"
Algunos sabrán de mi amor completo hacia los animales, así que sabrán como no me resistí a llevármelo conmigo hasta encontrarle un hogar. Su pancita hervía de garrapatas, un espectáculo que le partiría el corazón a cualquier ser sensible. Lo llevamos al veterinario y con el tiempo logró recuperarse. Mucho no engordó, dado que ese cachorrito era cruza con galguito, así que de todas formas anda por allí con sus costillitas marcadas levemente.
Nunca le buscamos un hogar, se había ganado mi corazón y su estadía con nosotros para siempre.
Su mirada perdió lo opaco y dio paso a la picardía. Sus besos nos cubrían la cara mientras Molly miraba con recelo desde el piso.
César se enamoró de Molly y la cuida como a pocos, Molly es la mamá rozongona, clásico de un cusco malcriado. Cada vez que acerco la mano para toca a César cuando está acostado, levanta una de las patas traseras, la abre entregándose a los mimos. Eso fue lo primero que hizo cuando estaba en el estacionamiento del shopping, solo que ahí se acostó porque no tenía fuerzas para levantarse, hoy se tira en nuestra cama como un rey y nos mira con los ojos entornados.
Y eso rige mi vida ahora, Molly acostada casi sobre mi hombro y César en mis piernas, mientras yo acostada escribo en mi computadora un poco sobre mí y las razones de estar donde estoy. Algunas de las vueltas de la vida que nos retienen en un escenario del pasado y tantas decisiones que nos llevan al futuro sin pensar, como si fuéramos condenados de un dado imparable. La vida es cruel, la vida es bella, y para vivir hay que tener un coraje sobrehumano que hace poco terminé de conseguir, y a decir verdad, a veces me olvido de guardarlo conmigo. Cerrar los ojos es muchas veces más fácil que ver la oscuridad, pero lo malo en eso es que también te pierdes las ilustraciones que dibujan dioses como Cobain en lo alto del cielo. No es vida sin eso.
Al fin y al cabo qué gracia tiene la perfección cuando no hay algo fuera de contexto, es como comprar el cubo rubik resuelto o libros de autodefinidos completos. Yo soy mi propio autodefinido y aun no lo termino, soy un desastre total pero el desastre es mío.

5 comentarios:

  1. Me encanta eso del final, el resto lo lei saltado... perdon ! sera que con los años tengo menos paciencia para las palabras.
    Comparto con vos el amor por los animales y la música asi como tambien me hacen bien muchos otros aspectos del arte.
    YO SOY MI PROPIO AUTODEFINIDO Y AUN NO LO TERMINO, soy un desastre total pero el desastre es mio. BUENISIMO!!!
    Héctor Enrique.

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  2. "Inquietísima y bella a más no poder." Dicen que las mascotas se parecen a sus dueños, quizas se forjan a imagen y semejanza.Tu raza no está en el diccionario tampoco, como tantos tesoros de este mundo matizado,que tratando de definirlos se pierde su verdadera esencia. Un alma que los adjetivos nunca lograran abarcarar...nadando en una pecera. Que te recontra la vida Euge! con todas las ganas. abrazo!

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  3. He estado unos buenos minutos leyendo tu texto, es muy sincero y no estoy acostumbrada a que escribas cosas así. Se adivinan y se dejan ver a través de tus poemas, pero al fin y al cabo ¿quién soy yo para interpretar un poema? Gracias por compartir todo esto con nosotros, y bueno, qué puedo decir sobre todo lo que has contado, toda tu vida está aquí en unas líneas... parece que ha sido un largo camino donde no ha habido tramos fáciles, pero ahora se te ve equilibrada y feliz, y para nada desastre. ;D
    Un besote!

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  4. Al igual que Sonix, pasé un gran momento leyendo tus palabras. Y no sólo eso, también me sentí muy identificado. Quizá porque somos de épocas parecidas o porque fuimos igual de rebeldes y ahora nos hallamos más estables. Sentí por momentos que, al leer tus palabras, me miraba al espejo.
    Hace mucho, tanto que ni lo recuerdo, que no leía algo tan profundo, tan fuerte y tan sincero. Gracias por compartirlo, Euge.
    Eres maravillosa! Un beso! :)

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  5. Gracias a todos por leerlo, por comentar y por las lindas palabras. Un beso grande! Me alegra que lo hayan disfrutado!

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