viernes, 5 de marzo de 2010


Reina de un cielo corrupto.

Mil lunas pasaron por tu ventana.
Adormilada en tu ingenuidad.
Respirando con suavidad
bajo el hechizo de la noche.

Al acecho de tu frescura,
Entre dientes hambrientos
se escapaban suspiros de amor
de tu admirador obsceno.

En las sombras.
Viéndote bailar con la melodía de la noche.
Con una música que entonaban los latidos de un corazón
que hacía tiempo permanecía dormido.

Tan tibio entre las sábanas imaginaba tu cuerpo
contra el frío de su piel de hielo
Tu cuerpo que no podía tocar.
Tu cuello que no podía besar
A través del vidrio.
No sin tu permiso.

Mil lunas pasaron por tu ventana
Antes de que alguien pudiera detenerlo
Lloró en cada una de esas lunas
observando tu mejilla descansar plácida sobre la almohada.
Tus ojos parpadear en un mal sueño
Que producía la obscura presencia
que aun ignorabas…

Su deseo era morir antes de hacerte daño.
Dicen que no es posible,
Pero los corazones muertos de vez en cuando aman
y aman realmente…

Su estaca estaba escondida en tus besos
pero eso era solo un sueño
Su cadena perpetua en los pasillos entre la vida y la muerte
no tenía fin, y en el fondo lo sabía,
más luchar contra el deseo de tenerte era más fuerte.

Una de esas noches cayó al precipicio de la tentación.
Imaginando penetrar en tu cuerpo, absorber tus besos.
Tocando en tu ventana tres veces, con la punta de sus dedos
Tus ojos se abrieron, mi niña, y lo vieron a él
Un monstruo de las noches
Un hombre que dejó de ser hombre
al caer en los colmillos del cielo corrupto.

Tus labios rojos, creyendo que todo era un sueño
articularon solo una palabra
al ver su rostro en la ventana.
Y esa palabra fue – Pasa

Los ojos de él brillaban de amor, de terror,
De deseos humanos que no podían ser ciertos.
Sus brazos te tomaron suavemente
como si fueras una rosa y
tomaste la cruz que colgaba entre tus pechos
y la estampaste en la frente del terrible amante.
Los gritos del enamorado llenaron la habitación

Se oyeron pasos en la casa.
Luces prendidas.
corridas, gritos, llantos.

Tus ventanas abiertas de par en par.
La cama vacía.
Sábanas desparramadas en el piso.
Tu crucifijo sobre el colchón.
Las ventanas bailando tal vez en la melodía de un corazón
que se suponía dormido.

Nunca sabrán de ti, mi niña
Que eres reina de una diosa llamada noche.
Reina del cielo corrupto,
pero nunca más humana.

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